jueves, octubre 28, 2010

José Revueltas y los hechos de 1968


En una entrevista que le hizo Renata Sevilla acerca de la trascendencia política de los sucesos del 2 de octubre de 1968, José Revueltas insiste en lo que llegaría a ser una obsesión de sus últimos años: la necesidad de “teorizar el fenómeno”, de ordenar teóricamente, al margen de lo que le parecía una especie de anarquía de la producción ideológica, los acontecimientos de entonces: la efervescencia de los movimientos estudiantiles autogestivos, la politización de la clase media y la desencadenada represión del díazordacismo. El propio Revueltas, en los distintos volúmenes de sus escritos políticos y, especialmente, en el libro México 68: juventud y revolución, intentó realizar esta tarea. Desde luego, no fue el único. Los expedientes —sobre todo en las áreas del reportaje y el análisis político— que intentaron responder a la misma necesidad, son abundantes y en algunos casos altamente meritorios.

Sin embargo, José Revueltas, el enorme intelectual, el militante, el analista intransigente, era por encima de todo un artista. Al mismo tiempo que articuló una de las visiones más lúcidas que hay sobre el movimiento del 68 —en términos de su trascendencia política—, logró vertebrar, ante estos mismos hechos, una respuesta literaria perfectamente consistente: el realismo materialista dialéctico.

Cierto que las bases de esta estética suya  ya estaban planteadas desde antes de 1968. Es cierto también que sus obras más importantes —Los muros de agua, El luto humano, Los días terrenales, Los errores y la mayor parte de los cuentos— ya habían sido publicadas. Pero las contradicciones que llevaron al estallido de violencia del 2 de octubre tuvieron una importancia enorme en la cristalización definitiva del realismo materialista dialéctico: demostraron que sus postulados de base eran correctos.

En efecto, las absurdas, encubiertas y contradictorias decisiones que se tomaron en la cúpula del gobierno mexicano, en los meses inmediatamente anteriores a los hechos de la Plaza de las Tres Culturas, pusieron de manifiesto la radical esquizofrenia del tejido social.

Este asunto —el de la esquizofrenia—, estrechamente ligado con la praxis narrativa de José Revueltas (según lo demuestra con su acostumbrada lucidez Evodio Escalante), es en realidad una de las metáforas de base que acompañaron, desde un siglo antes, el surgimiento del realismo y de la novela urbana europea. Aquí habría que puntualizar algunos conceptos.

Me refiero como novela urbana a aquélla en donde ya hay un registro literario del conflicto entre la ciudad como orden y la ciudad como caos. Este conflicto es central en el surgimiento de la conciencia moderna y, observado primeramente por Baudelaire, a través de Edgar Allan Poe, proporcionó las bases ideológicas y cosmológicas (en la novela moderna la ciudad determina la visión del mundo) para obras como las de Dickens, Balzac, Dostoyevsky y muchos otros que fueron esenciales en el desarrollo histórico del realismo. Al manifestarse este conflicto como serie de procedimientos narrativos, privilegió el uso del claroscuro y la dualidad simbólica originada por su propia esquizofrenia, características ambas de una extensa zona de la narrativa revueltiana.

Ahora bien, en un estudio panorámico sobre la historia del realismo, Dostoevsky and Romantic Realism. A Study of Dostoevsky in Relation to Balzac, Dickens and Gogol, Donald Fanger observa que el realismo, originalmente, fue “un concepto filosófico en apoyo a la existencia de las categorías platónicas”; luego, un “neologismo casual” que de algún modo caracterizó la renuencia de Rembrandt a idealizar sus figuras. Más tarde fue el método de escritura empleado por un grupo de novelistas franceses de mediados del siglo XIX, y en la Rusia soviética fue un modo de ortodoxia ideológica. En México, gracias a las aportaciones de José Revueltas, es una modalidad de percepción y representación de la dinámica dialéctica de lo real.

El realismo, entonces, define tanto una serie de procedimientos narrativos diferentes según cada autor pero unificados por una misma actitud metodológica, como una serie de momentos en la historia literaria (realismo romántico, realismo psicologista, realismo naturalista, realismo socialista, realismo materialista dialéctico, neorrealismo, superrealismo y los etcéteras que faltan) unificados también por una actitud metodológica.

Dado que lo real no puede ser inventado ni creado, sino visto, es decir traducido al lenguaje de una construcción mental, el escritor debe estar dotado de una capacidad sobresaliente de visión. Tiene que poder percibir los objetos del mundo en su esencia inmediata (no necesariamente en su esencia profunda, como sucede en la fenomenología). Ésta es la meta del realismo, desde los orígenes de la novela hasta algunas discusiones contemporáneas, que se vuelven tanto más complejas cuanto más es la sociedad en su conjunto el objeto de la obra realista.

Por mi parte, entiendo el realismo como un método de representación artística que, desde un punto de vista objetivo, de registro cientificista y comprometido con un principio de veracidad, extrae sus materias primas de la realidad real empíricamente verificable y susceptible de abstracciones generalizadoras con carácter de patrón. Es decir, en su aspecto puro, en su práctica más ortodoxa, el realismo entronca con el reportaje y con las ciencias sociales. De hecho se propone como una ciencia social en sí, la primera y más general, puesto que, como concepto, el realismo es anterior a la sociología y a la antropología social. En sus productos más logrados presenta una radiografía del cuerpo social en su conjunto, incluido el análisis de las relaciones que unen entre sí a las diferentes partes. Se sustenta en una concepción mecanicista de la realidad, según la cual ésta, a semejanza de un motor de combustión interna, funciona de acuerdo con determinadas leyes mecánicas: la energía dentro de un sistema determina el movimiento de ciertas unidades que a su vez, de manera ordenada y controlable, influyen en el comportamiento mecánico de otras. La función del novelista, por lo tanto, consiste en trazar los diagramas de circulación y transformación de la energía dentro del aparato de la realidad sensible, desde que ésta empieza a manifestarse como campo de fuerza hasta que la entropía del sistema mismo la conduce al desorden. El novelista toma una o más fases de este ciclo —o el ciclo completo— y a partir de ellas elabora una maqueta, un modelo microcósmico de la realidad.

Lo que distingue a las diferentes escuelas de realismo y, dentro de ellas, a sus distintos productores, no es tanto la naturaleza de sus materiales como el principio de selección en virtud del cual estos materiales son elegidos, visualizados, organizados y presentados estéticamente al público lector.

Pero independientemente de estas divisiones, el objetivo del realismo en general es conocer la realidad, sea ésta social o metafísica, externa o interna, onírica o física. Es una prótesis, un instrumento óptico. Y su actitud metodológica radica en transcribir la cosa que es. De ahí su relación con la fenomenología y su carácter de método cognoscitivo. Y de ahí que el escritor realista además de un creador sea un científico en el sentido más estricto del término. La virtud más importante que debe tener no es entonces la inventiva —que parlotea—, sino la sensibilidad —que escucha—. Y su estado ideal no es el de inspiración sino el de atención. Tiene al silencio como punto de partida.

En vista de todo esto, resulta claro que la postura de José Revueltas respecto de la realidad —perfectamente articulada en su obra narrativa y desglosada en los escritos teóricos— requiriese un ajuste de cuentas como parte de su método científico. Este ajuste de cuentas no podía provenir de otra cosa que no fuese el estallido histórica y dialécticamente necesario, predecible y largamente anunciado, de todo ese espacio sistémico que había venido cociéndose en la entropía de sus contradicciones, sus flujos opuestos, sus cauces inconciliables y sus cada vez más extremas radicalizaciones. Hablo de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968: ese momento que para Revueltas fue apocalíptico, tanto en el sentido literal de la Revelación, como en el del fin de ciclo. Y aquí topamos de frente con una de las grandes constantes de la narrativa revueltiana, resumida en el dictamen de Jaime Ramírez Garrido: “Revueltas es un apocalíptico”. Para él no hay nostalgia por el mundo que queda atrás, no pertenece a la raza de la mujer de Lot; para él hay urgencia y hay horror. El mundo enajenado, antihumano, debe precipitarse hacia su destrucción para que de sus cenizas nazca el hombre nuevo, el hombre libre anunciado todavía entonces por los marxistas. Y el objetivo del realismo dialéctico no se limita al de ser un arte testimonial, función finalmente pasiva. El realismo dialéctico persigue incidir activamente en la realidad, participar activamente en sus transformaciones, y en este sentido adquiere una dimensión semejante a la de la profecía bíblica. De ahí, en parte, la vena cristiana de José Revueltas, señalada por Octavio Paz y por Carlos Miranda, y comentada con amplitud por Jaime Ramírez Garrido.

Ahora bien, al momento de redactar estos apuntes, acaban de cumplirse cuarenta y dos años de los acontecimientos de Tlatelolco y treinta y cuatro de la muerte de José Revueltas. Los proyectos de la modernidad, que el 2 de octubre hicieron evidente su estado de crisis se hunden rápidamente en las aguas movedizas del nihilismo posmoderno. Nuevas lecturas de la obra revueltiana aparecen año con año, en diferentes latitudes y lenguas. Los títulos rebasan fácilmente una veintena, pero ahora pienso sólo en los más iluminadores, en los mejor articulados: el enfoque marxista deleuziano de Evodio Escalante, la visión existencialista de Marilyn Frankenthaler, el estudio biográfico de Alvaro Ruiz Abreu y el análisis dialéctico revueltiano de Jaime Ramírez Garrido.

“El último de los realistas”, dice Evodio Escalante que así llamaron los diarios a Revueltas en los días de su muerte, hace —lo repito— más de veintidós años). Epíteto demasiado definitivo —como la mayoría de los que prodiga la prensa mexicana cuando fallece alguna figura de importancia pública—, la frase no deja de ser sugestiva. No es fácil resistirse a la tentación de ciertas preguntas que ella, necesariamente, generaría. Entre otras cosas, nos obliga a ver en José Revueltas una figura de síntesis, y en sus novelas más importantes —Los muros de agua, El luto humano, los días terrenales, Los errores— el ajuste de cuentas definitivo con una larga y gloriosa tradición literaria. Al plantear esto, probablemente estoy explotando la inevitable vaguedad de un encabezado periodístico. Y probablemente, los autores del mismo se apresuraron demasiado a celebrar las pompas fúnebres del realismo. Como quiera que sea, queda esto como una de las pruebas más importantes (otras serían el libro de Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco, y el capítulo “Palinuro en la escalera”, de Palinuro de México, de Fernando del Paso) de la trascendencia literaria de un sangriento suceso.


BIBLIOGRAFÍA

ESCALANTE, Evodio, José Revueltas, una literatura del “lado moridor”. México, Ediciones Era, 1979.
FANGER, Donald, Dostoevsky and Romantic Realism. A Study of Dostoevsy in Relation to Balzac, Dickens and Gogol. The University of Chicago Press, 1974 (Phoenix Books).
FRANKENTHALER, Marilyn R., José Revueltas, el solitario solidario. Miami, Ediciones Universal. 1979.
RAMÍREZ Garrido, Jaime, Dialéctica de lo terrenal. Ensayo sobre la obra de José Revueltas. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991 (Fondo Editorial Tierra Adentro, Núm. 9).
REVUELTAS, José, Obras completas (numeradas según la edición de Editorial Era, México).1. Los muros de agua, 2. El luto humano, 3. Los días terrenales, 4. En algún valle de lágrimas, 5. Los motivos de Caín, 6. Los errores , 7. El apando, 8. Dios en la tierra, 9. Dormir en tierra, 10. Material de los sueños, 11. Las cenizas, 12. Escritos políticos 1, 13. Escritos políticos 2, 14. Escritos políticos 3, 15. México 68: juventud y revolución, 16. México: una democracia bárbara, 17. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, 18. Cuestionamientos e intenciones, 19. Ensayo sobre México, 20. Dialéctica de la conciencia, 21. El cuadrante de la soledad, 22. El conocimiento cinematográfico y sus problemas, 23. Tierra y libertad. Guión cinematográfico, 24. Visión del Paricutín (y otras crónicas y reseñas, 25. Las evocaciones requeridas I, 26. Las evocaciones requeridas II.
RUIZ Abreu, Alvaro, José Revueltas. Los muros de la utopía. México, Cal y Arena, UAM-X, 1992.
SÁNCHEZ Vázquez, Adolfo, Estética y marxismo (dos tomos). México, Ediciones Era, 1983
SEVILLA, Renata, Tlatelolco ocho años después (Testimonios de José Revueltas, Heberto Castillo, Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla, Carlos Sevilla y Raúl Álvarez). México, Editorial Posada, 1976 (Col. Duda Semanal).
SLICK, Sam L., José Revueltas. Boston, Twayne Publishers, 1983.

6 comentarios:

Makiavelo dijo...

¡Qué pasada!

Gracias Maestro, por acercarnos a la obra de José Revueltas.

Felicidades por el trabajo.

Saludos.

Paula Ruggeri dijo...

Es un trabajo de gran profundidad que volveré a leer, me abrió "puertas mentales".

Agustin Cadena dijo...

Gracias, Makiavelo. Saludos también para ti.

Agustin Cadena dijo...

Gracias, Paulette. Me da gusto saber eso. Y efectivamente, creo que mis reflexiones aquí tienen que ver con algunas cosas que ya hemos comentado. Te mando un gran abrazo.

Maya dijo...

Interesante: La posición política de Revueltas como artista abre puertas inesperadas.¡Saludos!

Agustin Cadena dijo...

Gracias, Maya. Saludos.