La
gente de la aldea nunca baja allá. Tienen miedo. Según la leyenda, hubo una
época en que el mar llegaba hasta el valle y todo eso que ahora es un desierto
estuvo lleno de agua. Esa arena que corre como huérfana cuando viene el viento era
espuma blanca. La tierra se acuerda. Y, si no, se lo recuerdan los ecos. Porque
acercarse al valle es como pegarse una caracola al oído; ahí está todo: el
eterno oleaje y las furiosas tempestades, el chillido de las gaviotas, el
rechinar de las jarcias, el fantástico llamado de las ballenas y el retumbo de
los tritones cuando cabalgan a la batalla sobre las cresta de las olas.
2 comentarios:
SIEMPRE UN PLACER LEERTE...BSSS
ROSÍO
Gracias, Rosio.
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