martes, enero 27, 2015

Valle del Mar



La gente de la aldea nunca baja allá. Tienen miedo. Según la leyenda, hubo una época en que el mar llegaba hasta el valle y todo eso que ahora es un desierto estuvo lleno de agua. Esa arena que corre como huérfana cuando viene el viento era espuma blanca. La tierra se acuerda. Y, si no, se lo recuerdan los ecos. Porque acercarse al valle es como pegarse una caracola al oído; ahí está todo: el eterno oleaje y las furiosas tempestades, el chillido de las gaviotas, el rechinar de las jarcias, el fantástico llamado de las ballenas y el retumbo de los tritones cuando cabalgan a la batalla sobre las cresta de las olas.
          Por eso, cuando uno se pierde en el desierto y se encuentra en el Valle del Mar, le da miedo. Es un miedo como de morir ahogado. Como de escuchar de repente un canto que lo vuelva loco.

miércoles, enero 07, 2015

Campamento de refugiados



Es un lugar secreto, de cuya existencia no sabe ni siquiera la gente que vive cerca. El gobierno no quiere revelarlo porque sus científicos no han podido obtener información satisfactoria. Los refugiados no hablan ningún idioma conocido, así que no se sabe cómo se llaman ni de dónde proceden ni adónde intentaban ir.
          Los encontraron en diferentes lugares. Uno apareció flotando en el río, casi muerto. Otro cruzó la frontera en el tren, sin llevar consigo ni pasaporte ni identificación alguna ni teléfono celular: nada que ayudara a rastrearlo. A una de las mujeres la hallaron caminando por la orilla de la carretera. La mayoría fueron detenidos en alguna ciudad: vagabundos sin casa. Sus huellas digitales no aparecen en los bancos de datos. Su adn es indescifrable. Pero todos son jóvenes y todos muestran marcas misteriosas en alguna parte del cuerpo.
          Mientras se logra saber más de ellos, el gobierno los tiene ahí, en ese campamento secreto que desde lejos parece una base militar. Hay cercas de alambres de púas, perros, guardias armados.
          Los refugiados viven en tiendas de campaña individuales; tienen un baño para todos, una red de voleibol, un comedor, aunque no hay horario para las comidas. Pueden ir a la hora que quieran. Nunca hablan, ni siquiera entre sí. No parecen interesados en nada ni tienen miedo de nada. A veces sonríen solos, sin motivo aparente. Y a veces se ponen a trazar signos en la arena del campamento. Quién sabe qué significan: son signos misteriosos como los que tienen en su cuerpo.
          El gobierno no sabe nada de ellos, pero los libros ancestrales los mencionan. Hablan incluso de sus marcas, aunque no dicen qué significan. Los llaman “Los Mensajeros”.