lunes, octubre 24, 2016

VENTANA A LA NOCHE



El chico estaba afuera, al otro lado de la calle, en la orilla del parque. No era fácil verlo, por la oscuridad, pero Arelia sabía que ahí estaba mirando hacia su ventana. No podía dormir pensando en eso. Desde hacía días no podía dormir. Su esposo sí. Él dormía a su lado a pierna suelta, satisfecho después de la relación sexual como un lechón que ha comido bien. Seguro el chico trataba de imaginar lo que hacían. Tal vez se masturbaba.
         ¿Por qué dejó Arelia que las cosas llegaran a ese punto? Era una mujer madura, que en pocos años sería vieja. Tenía dos hijos; el menor, de la misma edad que ese chico. No podía alegar inocencia. Además, él no disimuló nunca la fascinación que sentía por ella. Desde que la vio en el minisúper ya no pudo quitarle los ojos de encima. Ella se dio cuenta y no hizo nada por detener aquello. Se sentía halagada. A pesar de sus casi cincuenta años, todavía era frecuente que la admiraran los hombres. Pero este chico le pareció diferente: lindo. Y él nunca había hecho el intento de hablarle ni de acercarse. Se limitaba a contemplarla, arrobado. Al principio lo hacía sólo cuando se encontraban por casualidad, en la calle o en el minisúper, o cuando ella sacaba el perro a pasear. Pero luego empezó a buscarla. A acecharla. Arelia debió contárselo a su marido en ese momento. Él habría puesto un alto. ¿Por qué no lo hizo? Ahora ya era tarde. Su marido enfurecería con ella por no decirle a tiempo; luego querría golpear al chico y eso sí sería terrible. Era un hombre agresivo. Y fuerte. El chico en cambio parecía tan frágil... ¿Cómo iba a defenderse? Quizás era eso lo que a Arelia le gustaba de él: su indefensión. Y sí, había llegado a tener fantasías con ese chamaquito, a preguntarse qué pasaría si...
         Se volvió hacia su marido, que roncaba en la penumbra con la boca abierta y el cuello del pijama ya mojado de sudor.
         Se levantó sin hacer ruido y se acercó a la ventana. Sí, ahí estaba el chico, mirando. Esperando. ¿Qué esperaba? ¿Qué quería de ella?
         Arelia volvió a la cama y se durmió. Soñó que se arrojaba contra la ventana para huir de su casa; rompía el vidrio en muchos pedazos, con un ruido espantoso, y caía en la banqueta; caía feliz de haber escapado, pero empapada de sangre y cubierta de vidrios.
         Cubierta de miedo, despertó.