lunes, noviembre 23, 2015

Nostalgia




(De mi libro de minicuentos Dibujos a lápiz, publicado en octubre de 2015 por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo y la Editorial Puente)


Treinta años después de su matrimonio con Jane, Tarzán era un cincuentón calvo y con sobrepeso.
            Habían tenido dos hijos y ya no vivían con ellos.
            Tarzán trabajaba en un periódico, poniendo en orden alfabético los anuncios clasificados. Era un trabajo que nadie quería hacer, pero a él le parecía entretenido.
            En las tardes llegaba cansado a su apartamento y, después de comer con su amada Jane, se ponía sus pantuflas de zarpas de tigre, se sentaba en su sillón reclinable y buscaba el control remoto de la televisión para mirar los documentales de Animal Planet. Apenas si podía creer que alguna vez él hubiera estado cerca de todo aquello.
            Los viernes iba a un bar a jugar dominó con sus amigos, y los sábados los pasaba con su mujer en el centro comercial. Llegaban por la mañana y se ponían a mirar las tiendas, compraban alguna cosita que estuviera de oferta. Luego se sentaban a comer una pizza, y en la tarde se metían a una sala de cine. No había para qué salir del edificio.
            A veces hacían el amor al llegar casa, pero Tarzán ya no tenía los bríos de la juventud; ya no era el salvaje hipersexual de quien Jane se enamorara un lejano día, en una igualmente lejana selva africana. Ya ni siquiera le salía su grito. En realidad siempre le había costado trabajo excitarse con el cuerpo lampiño y relativamente inodoro de su mujer. Extrañaba a sus antiguas amantes, las hirsutas gorilas de la selva. Ésas —se decía lleno de nostalgia— sí que eran hembras.