domingo, enero 29, 2012

Después de tantos años

Una versión modificada de este poema aparece en mi libro La ofrenda debida, que este mes salió publicado por el Consejo para la Cultura y las Artes de Hidalgo.


Después de tantos años,
de tanto amarnos y extrañarnos,
son tan pocas las horas
que nos han sido prestadas.

Hoy pienso que me habría gustado, por ejemplo,
tener juntos una nuestra casa,
una tarde por lo menos, robada como todo.

Que en esa tarde nos sentáramos a la mesa
y yo te calentara las tortillas
y tú me pasaras la sal o la salsa.

Oír un nuestro perro ladrando a los paseantes
Esperar juntos
el atardecer en la barda de piedra rosa
con el juego de las sombras del follaje
y el susurro de los álamos, tan triste.

Verte en pijama —nunca te he visto en pijama.
Saber de tus cólicos menstruales.
Que me pegaras un botón de la camisa
y yo fuera a traerte algo a la farmacia.

Estoy triste, este día,
por este amor que se quedó niño.
Que se hizo viejo siendo niño.
Que no conocerá ni la resequedad ni la rutina
ni la decrepitud ni el frío ni el hastío,
pero tampoco la mesa ni el sueño compartido.

Y hasta podría terminar estas líneas
diciendo que, al final, muy al final,
estos amores que viven a la sombra
son también grandes amores.

Pero aquí no se trata de hacer poesía,
sino de llamar al pan “pan”,
y a lo que no pudo ser “puta madre, no pudo ser”.
Y ya.
Es todo.
C’est tout.
That’s all.