viernes, junio 07, 2019

Norma Muñoz Ledo. Polvo de estrellas



Polvo de estrellas, de Norma Muñoz Ledo, es una obra para “jóvenes lectores”, y lo pongo entre comillas porque, como todas las buenas obras de este subgénero, puede ser disfrutada por personas de cualquier edad. De hecho, entreveradas en una historia que retrata muy bien a los adolescentes de hoy en día —los que nacieron en la década de los noventa— hay abundantes referencias a la cultura de los años sesenta, setenta y ochenta.
         Polvo de estrellas es una novela que podría ubicarse en lo que la crítica literaria llama bildungsroman: historias de formación, que dan cuenta del pasaje —casi siempre doloroso— de la inocencia a la experiencia. La trama es sencilla: Paola acaba de entrar a la secundaria, llena de expectativas e ideas preconcebidas sobre lo que será su vida en adelante. Coincide esto con una crisis familiar: su tía, que era su mejor amiga, debe alejarse de ella porque a su madre no le parece una buena influencia. La madre, por su parte, queda embarazada de su tercer hijo justo cuando tenía otros planes. A estos personajes se agregan las amigas confidentes, el niño guapo, el joven revolucionario, los maestros represivos y los maestros libertarios. Al final de una serie de intrigas que pondrán al descubierto la corrupción de algunos personajes y la voracidad del capital, Paola descubre el verdadero sentido de la honestidad, la lealtad y el valor de luchar por lo que se cree justo. Resumida así, la historia se antoja tal vez común. Pero más allá de ésta, lo que hace  de Polvo de estrellas una obra brillante dentro de la literatura “juvenil” es la manera como está contada. Los personajes se sienten muy vivos y, aunque hay malos y buenos, cada uno presenta matices que lo sacan del cliché. Los capítulos se encuentran ensamblados de tal manera que no se pierde el interés del lector por lo que va a pasar, lo cual la hace una novela ágil, imposible de soltar una vez empezada. Pero lo que más gratamente me impresionó es el sentido del humor y la calidez humana con que la narración va siguiendo a los personajes —especialmente a Paola— en su aprendizaje de la vida. Además, es una de esas raras obras que, sin predicar, sin sermonear, pueden contribuir a la educación moral de los adolescentes

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