Polvo de estrellas, de Norma Muñoz Ledo, es una obra
para “jóvenes lectores”, y lo pongo entre comillas porque, como todas las
buenas obras de este subgénero, puede ser disfrutada por personas de cualquier
edad. De hecho, entreveradas en una historia que retrata muy bien a los
adolescentes de hoy en día —los que nacieron en la década de los noventa— hay
abundantes referencias a la cultura de los años sesenta, setenta y ochenta.
Polvo
de estrellas es una novela que podría ubicarse en lo que la crítica
literaria llama bildungsroman: historias
de formación, que dan cuenta del pasaje —casi siempre doloroso— de la inocencia
a la experiencia. La trama es sencilla: Paola acaba de entrar a la secundaria,
llena de expectativas e ideas preconcebidas sobre lo que será su vida en
adelante. Coincide esto con una crisis familiar: su tía, que era su mejor
amiga, debe alejarse de ella porque a su madre no le parece una buena
influencia. La madre, por su parte, queda embarazada de su tercer hijo justo
cuando tenía otros planes. A estos personajes se agregan las amigas
confidentes, el niño guapo, el joven revolucionario, los maestros represivos y
los maestros libertarios. Al final de una serie de intrigas que pondrán al
descubierto la corrupción de algunos personajes y la voracidad del capital,
Paola descubre el verdadero sentido de la honestidad, la lealtad y el valor de
luchar por lo que se cree justo. Resumida así, la historia se antoja tal vez
común. Pero más allá de ésta, lo que hace
de Polvo de estrellas una obra
brillante dentro de la literatura “juvenil” es la manera como está contada. Los
personajes se sienten muy vivos y, aunque hay malos y buenos, cada uno presenta
matices que lo sacan del cliché. Los capítulos se encuentran ensamblados de tal
manera que no se pierde el interés del lector por lo que va a pasar, lo cual la
hace una novela ágil, imposible de soltar una vez empezada. Pero lo que más
gratamente me impresionó es el sentido del humor y la calidez humana con que la
narración va siguiendo a los personajes —especialmente a Paola— en su
aprendizaje de la vida. Además, es una de esas raras obras que, sin predicar,
sin sermonear, pueden contribuir a la educación moral de los adolescentes
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