Ana
Pazos. Salir al mundo. Planeta, 2021.
Salir al mundo es la primera novela de
Ana Pazos, aunque no su primer libro. Es una novela para jóvenes, a juzgar por
su circulación en el mercado, pero lo mismo podría presentarse como para
adultos. De por sí, las fronteras son borrosas, pero en esta novela lo son todavía
más. Hay un personaje dominante –Elisa— y un tema principal: el camino que
Elisa debe andar de niña a mujer. Es una bildungsroman
con todas las de la ley: una historia de crecimiento interior. El tratamiento
de muchas escenas tiene lugar dentro de los lineamientos del género juvenil.
Hay aventuras de adolescentes, un primer amor, un casi segundo amor, la
búsqueda de Elisa de sí misma y de su poder personal, el descubrimiento de la
vocación, la rivalidad entre compañeras y entre mujeres, la vulnerabilidad, la identificación
sexual, la atracción por lo prohibido. Sin embargo, la novela echa una mirada a
problemas tradicionalmente asociados con la vida adulta: alcoholismo,
promiscuidad, depresión, divorcio, responsabilidad, desintegración familiar,
manipulación emocional…
Por supuesto, semejante complejidad
requiere una extensa nómina de personajes, tarea difícil para alguien que
escribe su primera novela, pero Ana Pazos sale bien librada. Los personajes
están bien dibujados y no se confunden unos con otros ni se pierden de vista.
Por otra parte, con tantos elementos
actuando en direcciones diferentes, era preciso encontrar una estructura que
sostuviera todo este peso sin desmoronarse. La autora resolvió el desafío
recurriendo a una técnica coral, de capítulos a veces muy pequeños que permiten
a los múltiples personajes tomar turnos para dar su versión de los hechos.
En el nivel temático también hay cosas
que me entusiasmaron. La primera de las cuatro que voy a comentar es la
construcción de un personaje que veo cada vez con más frecuencia en la vida
real: la hija que es madre de su madre. Salir
al mundo explora el stress que esta situación puede generar en una adolescente,
de modo que no nos sorprendemos cuando Elisa tiene ataques de pánico ni cuando
se siente tentada a fumar o a beber alcohol siguiendo un impulso de evasión.
En relación con esto, el segundo tema
que me parece importante destacar es que vi en Salir al
mundo un estudio sobre el alcoholismo. Virginia, la madre de Elisa, padece esta condición, con todo lo que
implica como contexto. No recuerdo muchas obras en la narrativa mexicana que
hayan abordado el tema con la misma agudeza y empatía, fuera de las de Eusebio
Ruvalcaba y Armando Ramírez.
El tercer eje temático es el de la
orfandad. Hay orfandad en todos los personajes principales de esta novela, de
una manera o de otra, pero la que más duele es la de Virginia, por incurable,
por radical.
Por último, me gustó la manera en que
la novela expone el poder del arte como herramienta de sublimación y, quizás,
de sanación. El arte permite a Elisa pasar de un dolor a otro, de una crisis a
otra y, a largo plazo, encontrarle coherencia a la vida. Al final, nos demuestra
que el artista es el único ser capaz de realizar el sueño del alquimista:
convertir la mierda en oro.
Si inicié estas notas señalando que Salir al mundo es una primera novela es
porque me parece extraordinario que una primera novela se sostenga a lo largo
de 362 páginas y que además tenga tantas cualidades.
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