A Viki, que me contó esta historia
H es un pueblo
pequeño, pero muy antiguo, tan antiguo que aparece mencionado en los libros de
historia porque ahí se libró una sangrienta batalla en el siglo xiv. Pero la edad no se le ve mucho
porque la mayoría de sus construcciones son recientes. A las otras se las
acabaron el tiempo, la falta de recursos para mantenerlas, el deseo de
modernidad... lo más viejo que queda (y no es tan viejo) es la iglesia
presbiteriana, que está en perpetua reparación. También hay una iglesia
luterana, una católica, una ortodoxa y una sinagoga. Demasiadas opciones para
tan pocos habitantes porque, de estos pocos, no todos practican alguna
religión. A los jóvenes ya casi no les interesa. Y luego viene el Islam...
aunque quién sabe, ¿a qué musulmán le interesaría establecerse ahí? Todo esto
lo dice D, el pastor de la iglesia presbiteriana, la que nunca termina de
repararse.
D es un buen hombre: trata de vivir de
acuerdo con lo que predica. Tiene 50 y tantos años y está solo: su esposa murió
y sus hijos se fueron a vivir a otros países. No ha vuelto a casarse, dice él
que porque no tiene tiempo. La verdad es que trabaja mucho. No sólo es ocuparse
de la iglesia. Un pastor tiene que ayudar a su congregación en todo: hablar con
los esposos que se han distanciado, estar pendiente de los chicos, visitar a
los enfermos y hasta ayudar a algún campesino con una vaca parturienta.
Pero D tiene un secreto muy secreto. Y
es que secretamente desea que hubiera más defunciones en su congregación. No se
piense mal de él. Lo que pasa es que la crisis económica ha golpeado duro por
aquí. Y el sueldo de D está por debajo del mínimo. Claro, no paga renta ni
servicios, pero aun así, ¿cómo sobrevive un hombre con ese dinero? D se
acompleta con lo que le pagan los deudos por un servicio fúnebre, que es como
lo de un mes de sueldo, a veces más, a veces menos: según el sapo es la
pedrada. Sólo eso tiene extra: servicios fúnebres. Bautizos y bodas no se
pagan, como acostumbran los católicos, porque eso se hace en la iglesia durante
los servicios dominicales. Sólo la muerte causa honorarios porque la muy
canalla llega a la hora que le da la gana. Qué bueno. Si no, la gente
programaría sus decesos para los domingos y nadie gastaría un clavo.
Por eso D, secretamente, se regocija
cuando alguien del rebaño va al encuentro con su Creador. A largo plazo eso
también es para preocuparse: cuanto más pequeña es la congregación, menos es el
dinero que se paga al pastor. Pero bueno, eso a él ya no le tocará —piensa—. Ha
oído que los musulmanes vienen en masa; pronto estarán en todas partes quemando
iglesias y levantando mezquitas en su lugar. D no cree vivir para verlo: que se
preocupe de ello su sucesor.
Bueno, honestamente, D tiene un secreto
más: le dan celos cuando oye doblar las campanas de la iglesia católica. O de
cualquiera de las otras. No es que le desee la muerte a nadie, por supuesto,
pero si de todas maneras alguien del pueblo tiene que felpar, ¿por qué no puede
ser uno de su iglesia?
2 comentarios:
Chistoso!
:)
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