martes, septiembre 06, 2016

Una grieta del tiempo


Se mete a la cama cuando ya estoy por caer dormido. Siempre lo hace igual: se acerca despacio, como quien ya no tiene motivos para creer en el tiempo; me observa unos instantes y luego se acuesta a mi lado. Siento su frío. Siento la sed con que se bebe el calor de mi cuerpo.
         Ya no me da miedo. Al principio, sí. La primera vez que uno ve un fantasma es horrible. Hay gente que se enferma del susto. Otros corren a comer pan para que no les cale. Yo no lo hice ni la primera vez ni la segunda ni la tercera ni la cuarta, aunque el miedo era el mismo. Finalmente me acostumbré. Ella lo sabe.
         A veces, cuando llego a mi casa y me pesa el silencio, saludo:
         —Ya llegué.
         Manías de solitario. Sé que ella anda por aquí y me imagino que sonríe al oír mi saludo, contenta porque la he aceptado como compañera de casa. No sé quién haya sido en vida ni cómo o cuándo murió. No me incumben esas cosas: cada quien su penar. Lo único que sé de ella, porque a veces miro con el rabillo del ojo y la encuentro a mi lado, es que es mujer. Fue mujer. No debe de haber muerto muy vieja, porque su figura no está encorvada; tampoco enferma, porque se desplaza con soltura. Los rasgos de la cara no alcanzo a distinguirlos todavía, pero dicen que quien empieza a ver a los fantasmas, cada vez ve más. Yo sólo veo una figura desdibujada, como una luz que no llega a ser luz.
         Se acurruca tímidamente a mi lado, sí. Y ahí se queda quieta. No sé si duerme (¿necesita dormir un fantasma?). Tampoco sé si me acompaña hasta que me levanto o se marcha en algún momento de la madrugada.
         A veces sueño con llantos. Sé que es ella, que está llorando a mi lado, y despierto. Intento abrazarla, pero no siento entre mis brazos más que aire frío: un aire de otra época que ha logrado colarse a mi cuarto por alguna grieta del tiempo. También su olor hace ese largo viaje a través de los mundos: un perfume desvaído, marchito, de violetas que murieron hace muchísimos años. Se queda en mi almohada cuando ella se va.
         Me gustaría preguntarle tantas cosas... después de todo es mi compañera. Por ella fui dejando mi vida amorosa y mi vida social. Por ella no he vuelto a traer amigos, porque sé que no le gustan los extraños. ¿Ya dije que al último que vino le cerró la puerta del baño y no lo dejaba entrar?

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Más!
Lo sentí como un primer capitulo introductorio.

Agustin Cadena dijo...

Podría ser. He estado pensando en eso.