Hace rato estoy
oyendo el rechinar de un columpio que se mece. Pero aquí no hay columpios. Uno
podría, sin embargo, imaginarlo. Basta con cerrar los ojos y poner atención al
sonido que va y viene: para acá, para allá, criiiiiik riiiiik, criiiiik
riiiiik... No tiene hora fija para columpiarse; a veces lo hace en la mañana, a
veces en la tarde, a veces en la mañana y en la tarde. Lo hace incluso en
invierno, cuando, si existiera, estaría cubierto de hielo. Criiiiik riiiiik,
criiiiik riiiiik... es algo como para arrullarse y quedarse dormido. Lástima
que no le guste mecerse en las noches, cuando tanto silencio me produce
insomnio.
Si ese jardín fuera mío, compraría un
columpio. Pero aquí no hay jardín.
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