Ya no hay
robachicos. El robachicos pertenecía al mundo de los demonios infantiles, como
El Coco, El Candingas o La Llorona. Le decían a uno “No juegues en la calle
porque te va a llevar el robachicos”,
“No te vayas de pinta porque por ahí anda el robachicos”, y uno se portaba
bien. El robachicos se llevaba a los niños desobedientes para venderlos como
esclavos o para obligarlos a pedir limosna. Si no se daba abasto, las gitanas
podían ayudarle sin que mediara conexión alguna entre ellos. Así, entre esos
seres misteriosos y de alguna manera fascinantes, transcurría la infancia.
Hoy ya nadie habla del robachicos.
Resulta demasiado macabro o demasiado doloroso. Porque a los niños ya no se los
roban, ahora los secuestran. Al robachicos nos lo robaron los narcos, nos lo
robó el crimen organizado. Los niños de hoy ya no conocen esas historias.
Nuestra único consuelo es que esa gente
jamás entrará al jardín de los demonios infantiles.
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